Cuatro actitudes todo-terreno: Confianza, Constancia, Locura y Ternura

Maris Stella Fernández narra cuáles son las actitudes que permitieron impulsar el desarrollo de Fundación SIFAIS, en una comunidad costarricense, marcada por la carencia económica y la exclusión social.

Me llamo Maris Stella Fernández, soy relacionista pública y he podido impulsar muchos proyectos a través de la comunicación, pero ninguno tan emocionante y gratificante como “Cuevadeluz”. Todo comenzó hace 12 años, cuando llegué a La Carpio, uno de los barrios más peligrosos de Costa Rica, para tratar de conseguir “la luna” que me pidió Alicia, una cooperadora que trabajaba en un centro del Opus Dei: ella quería que yo le ayudara a formar una orquesta en su temido barrio, pues pensaba que eso tendría un impacto positivo, principalmente en los jóvenes.

“Cuevadeluz” es el edificio instalado para actividades de la fundación.

Aquella petición me sorprendió, porque lo hacía con la convicción de que era lo que necesitaba su comunidad, a pesar de la extrema pobreza en la que vivían más de 50 mil personas. En La Carpio faltaban calles, acueductos, agua potable, alumbrado…; muchísimas casas estaban hechas con zinc, cartones y en algunas de ellas ¡vivían hasta 33 personas en cuatro aposentos!

Pero a pesar de que era una locura, quedé conmovida por la confianza que esta señora depositaba en mí: “usted puede”, me decía, “¡usted levantó una empresa de 20 personas y sé que puede lograrlo!” Nunca había recibido un encargo tan audaz, tan insólito, ni tan emocionalmente impactante. Lo cierto es que, cinco días después, por “diosidencias” de la vida, conocí a Johny, un migrante venezolano que en su niñez formó parte de una orquesta de barrios vulnerables, quien, al contarle la solicitud que había recibido, se ofreció a ayudarme.

Comenzamos a impartir sesiones con 20 flautas plásticas, 20 bolillos de percusión y una guitarra. No sabíamos que aquello se convertiría en una verdadera revolución constructiva que cambiaría la vida de miles de personas. Cada sábado, llegaban más niños, jóvenes y mamás, de manera que faltaban instrumentos, instructores e instalaciones para tanta gente que quería aprender. Se inició un nuevo tipo de migración en la comunidad: una corriente de voluntarios empezó a fluir para enseñar con paciencia y para conseguir violines, trompetas, ¡trombones, chelos, saxofones…! Aquel mar de buena voluntad crecía, con constancia, entrega y cordial disciplina, y veíamos cómo los chicos iban mejorando y sorprendiéndose de la armonía que salía de sus instrumentos.

Integrantes de la orquesta sinfónica creada en La Carpio.

Con el tiempo empezaron a llegar otros voluntarios que querían enseñar baile, fotografía, pintura, canto, manualidades. La iniciativa ciudadana debía tener nombre y decidimos ponerle SIFAIS -Sistema Integral de Formación Artística para la Inclusión Social-, a pesar de que posteriormente empezamos a enseñar ajedrez, judo, costura, inglés y cualquier otro saber que los voluntarios quisieran compartir con los vecinos de La Carpio.

Y en poco tiempo vimos resultados sorprendentes: los chicos se presentaron en el Teatro Nacional haciéndose acompañar de renombrados cantantes de la escena costarricense (para algunos, ¡era la primera vez que estaban en un teatro!); luego empezaron a destacar en los Juegos Nacionales convirtiéndose en campeones por seis años consecutivos y consiguiendo hasta una medalla de bronce en Juegos Panamericanos.

Los resultados han sido tan sorprendentes que hemos reflexionado sobre las razones del éxito. Hemos descubierto cuatro actitudes fundamentales que potencian los pequeños aportes recibidos: la confianza, la constancia, la locura y la ternura.

Confianza para creer que cada uno puede hacer una diferencia con solo aportar tres horas de trabajo semanal voluntario, enseñando lo que le gusta; confianza en los demás, sobre todo en Dios, que da el complemento acrecentando la eficacia. Constancia para cumplir con el tiempo comprometido, para estudiar, para asistir a clases y para no desfallecer, a pesar de que parezca que las cosas no evolucionan como se pensaba. Locura para proponerse metas altas, altísimas, como hacer una orquesta sinfónica en La Carpio, levantar un edificio sin tener fondos o aspirar a llegar a los Juegos Panamericanos. Ternura para ponerse en los zapatos del otro, celebrar el éxito de tocar las primeras notas del violín; o bien entristecerse con el dolor del alumno que perdió a su papá, o que está apesadumbrado porque en su grupo le rechazan.

Jóvenes aprendiendo a tocar el saxofón.

Hoy estamos seguros de que estas cuatro actitudes nos seguirán guiando para abrir muchos otros Centros de Integración y Cultura como “Cuevadeluz” (nombre del edificio instalado) en distintos territorios vulnerables del país.

Para más información, visite: www.sifais.org